Podría hablar de cómo los últimos meses me han cambiado las rutinas en las que tanto me empeñé, - no importa-, es el año de los nuevos comienzos, es el año del olvido y de esforzarme al máximo por cambiar todo lo que pesa.
He estado leyendo, leyendo mucho. Actualmente estoy leyendo un libro budista sobre las emociones negativas y conocerse a uno mismo, miro a mi alrededor. Todos han pasado mi edad y solo saben desgastarse, hay una gran diferencia entre mis ambiciones y las del resto, aunque a veces deseo las de ellos con todo mi alma. Estoy orgullosa de lo que quiero, porque eso significa estar orgullosa de lo que estoy a punto de conseguir.
Han sido días de olvidar las ataduras, y ha sido extraño, simplemente extraño, aún así viviré con la sensación de que tengo que probarlo todo, intentarlo todo, esforzarme en vivir. Marta dijo que siempre conseguía lo que quería porque me dejaba la piel en mis causas, y eso me conmovió. Le pedí al cielo cariño, y aunque ha venido en forma de palabras me siento alabada. Carlos dijo que fui un haz de luz, que fui el comienzo de todo, el despertar. Laura no para de repetirme que la he cambiado la vida, a mi todos me la cambian, todo me la cambian. Y aún así, mi esencia intacta.
Yo y mi locura inmensurable de tratar de entenderme hasta llevarme al desgaste, seguirán siendo mis manías de la persecución, seguirá la angustia del deber de quererme, aunque no exista ese deber, aunque no haya demostrado merecerlo.
Hablo de envidias familiar, y todos sabemos que los hay peores que yo, o todos creen saberlo. Todos creen saber de más, ojalá no, ojalá.
A falta de algo nuevo, tratas de que lo pasado vuelva, y lo pasado no vuelve, por ello es pasado, pero pesa.
El caso es que he tomado la iniciativa de vivirlo todo, sentirlo todo, no pensarlo, hacerlo. Hace cuatro años este proyecto habría sido imposible, hace cuatro años me habría hundido, hace cuatro años apenas tenía sueños y ahora estoy hecha de ellos, vivo de ellos, respiro por ellos.
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